Tron: del mito digital al reflejo de la era tecnológica

A proposito del estreno de TRON Ares, analizamos las dos películas de TRON que anteceden a esta película futurista.

10/8/20252 min read

En 1982, Tron, dirigida por Steven Lisberger, irrumpió como un experimento visual sin precedentes. En una época en la que la informática apenas se asomaba al imaginario colectivo, la película propuso una metáfora visionaria: el ser humano absorbido por su propia creación digital. Su protagonista, Kevin Flynn, atrapado dentro del sistema que ayudó a construir, simbolizaba la fusión entre el programador y el programa, la inteligencia humana y la artificialidad del código.

La propuesta estética de Tron fue revolucionaria. Su mezcla de animación por computadora, fotografía en blanco y negro recoloreada y diseño conceptual de artistas como Moebius y Syd Mead generó un universo de geometrías puras, luces frías y contrastes eléctricos. Era un cine que anticipaba el ciberespacio antes de que existiera el término, y que exploraba la espiritualidad tecnológica en una era dominada por el optimismo digital.

Veintiocho años después, Joseph Kosinski retomó esa visión con Tron: Legacy (2010), pero en un contexto muy distinto. La red ya era parte inseparable de la vida humana, y la estética del mundo digital había pasado de lo abstracto a lo hiperrreal. Si la primera película trataba del descubrimiento del espacio informático, la segunda se enfocaba en sus consecuencias éticas y existenciales. Sam Flynn, el hijo del creador, entra al mismo mundo que su padre diseñó, solo para encontrarlo corrompido por una versión digital de él mismo.

Kosinski convirtió el “Grid” en una alegoría del perfeccionismo tecnológico: un espacio limpio, controlado, casi religioso en su pureza visual. La fotografía de Claudio Miranda y la música de Daft Punk dotaron a la película de un pulso rítmico y moderno, donde la luz de neón sustituyó a la abstracción geométrica y la orquesta convivió con la electrónica.

Mientras Tron (1982) se erigía como un manifiesto de la curiosidad informática, Tron: Legacy reflexionó sobre el precio de la omnipotencia digital. Juntas, ambas películas forman una parábola sobre la evolución del hombre frente a su tecnología: del asombro al control, de la creación al espejo, de la idea al simulacro.